7/31/2009

Jugar con armas. (te gusta verme mal, yo se que te gusta)

La vida en pareja es difícil. Y voy a hablar desde la ignorancia pura. Desde la teoría pura digamos. El empirismo romántico se lo dejo a Pepe Le Peu (sic o no sic? Algun francès !?) . Ojo! Con esto no me estoy haciendo el pirata loco jodido ni mucho menos. Dista de la realidad eso también. Simplemente quiero recrear esa condición neutral en la que muchos estamos sumergidos y que por suerte no podemos asimilar en ninguna película de hollywood, porque no hablo de losers como canta Beck o las películas de high school americanas, sino de Inconformistas (las mayúsculas advierten la presencia del dedo en la yaga, del concepto central).
El Inconformista es distinto según género. Yo con las mujeres no me voy a meter, asi que dejo el cabildo abierto para que la que entre y se sienta una Inconformista lo explaye.
Los hombres somos dispositivos de sentimientos que al parecer de fábrica saldríamos todos iguales, re fordistas. Pero no. La experiencia, el hecho de abandonar el tupper te hace encontrar situaciones contemporáneamente similares en donde los actores condimentan la situación según lo que les dicte su pimentero (si pensaste que pimentero era una analogía fálica, acertaste!).
Al Inconformista no lo maneja la poronga, tampoco lo maneja una concha. Menos que menos el corazón. Al Inconformista lo maneja la duda, la crítica, la utopía y sobre todas las cosas lo maneja la molleja cocinandose a fuego lento que tenemos a la altura de la frente y que muchos le dicen cerebro. Para mi es una letal máquina de arruinar situaciones. Sí, obviamente sin cerebro seriamos entes que babean y van a ver a boca todos los domingos sin mucho mas por esperar de nuestra existencia. Pero para mi el cerebro debería venir con un regulador de situaciones, tipo control remoto que te puede salir de la oreja, del orto, de donde cada uno prefiera, está todo bien con todos. Lo importante es que ese regulador te permita a vos asimilar cada situación de antemano preparado, mas bien con el cerebro preparado para la situación. Y no encontrarse en el medio del mambo con la molleja tirando señales de humo desde la parrilla tales como: Da?? - Te parece?? - No lo fumes aca que está lleno de ratis de civil!!.
Ahondando en lo sentimental, las señales de las que hablamos redundan en la paranoia, desde el simple me quiere, no me quiere; hasta la desilusión crónica porque lo que tenemos en frente dista de la utópica pareja que siempre buscamos. Pasando a su vez por el cuestionario modelo sobre la inestabilidad ajena que el mismísimo ego lo dispersa hasta el propio análisis, casero y ególatra (porque en el fondo todos nos amamos, no sean caretas. Mas alla que escuchemos Bochaton, Joy Division o The Cure).
Mientras quede en casa, el problema es de la casa. La comunicación, interacción o la palabra oficinista del nuevo milenio: “feedback”, es lo que te zambulle tipo palito o bomba en los problemas en conjunto. Y el ser humano jamás comunica lo que siente con un 100% de veracidad, las señales de la molleja nunca salen a la luz iguales, son imposibles de poner en las palabras justas y que el otro las entienda, o no; pero que por lo menos escuche lo que tiene que escuchar. Siempre se tergiversa y la propia discusión lleva a lugares lejanos del punto central, lleva al mero quilombo y ahí es donde saltan tópicos y reclamos pretéritos que no hacen a ese punto central. Y listo. Querés agrandar el combo-problema por 50 centavos??
Mi relación eterna con la inestabilidad ya no admite excusas de edad, de pendejismos o histeriqueos. La culpa es como Wally y hay que encontrarla en un libro que no tiene hojas, tiene años. Y si la encuentro que? Que hago con una intangible culpa acerca de años (perdidos?) con amores y desamores, promesas, problemas, carnalidad pura seguida de frigidez implícita, momentos, anécdotas, bla bla bla.
El inconformista no sabe cerrar un post. Porque simplemente no hay punto final para algo tan desestructurado, anti-destino e improvisadamente narcisista como lo que acabo de escribir. Aguante Racing.
Ese es un buen final.