4/25/2012

Tales from the Crypt 2

Sonrisa noventosa.
"En un territorio lejos de nada, preso en el tiempo. El agua es dos veces el mismo agua, y nunca refleja tu imagen el río."
Diego Frenkel.

Aurora se encontró a si misma esperando en el umbral del edificio. Estaba impaciente, brotaban de sus pómulos sensaciones de injusticia y resoplaba llena de energías esperando que él finalmente salga y, como siempre, le pida perdón mientras se excusa por su retraso.
La noche estaba exquisita. Caía sobre su cuerpo como un manto que la envolvía expandiendo cada célula de su cuerpo, efervesciéndola. Sonaban en su horizonte palermitano, en su tremor pasivo, canciones de rock que, golpeando graves dentro suyo daban forma a un xanadú, a un sol abismal. Ella nadaba perdida, sensitiva, sostenida solo por las puntas de sus pies.
La melodía se perdió para siempre en sus adentros repentinamente, tal como los hombros de él atravesaron el marco de la imponente puerta. Esta vez, más parco que de costumbre, se tomó muy a pecho la tardanza y se excusó diciendo que hoy no se sentía bien. Aurora dudó. Salvador era un promulgador de la mala onda, sí; pero nunca se “sentía mal”, mas allá de algún que otro “día no” que le pudieran ocasionar el fútbol o el dinero.
A pesar de la sensación de no-bienestar manifestada, él se comportó como la cita lo requería. Claro, semejante encuentro de planetas no era poca cosa en su galaxia de pasiones. En su sistema que, durante años, cobijó millones de satélites f y m de mayor o menor importancia, varios asteroides de problemas, pero sobre todo, muchos agujeros negros que se comieron el tiempo, y parece ser también, el amor entre ellos.


Otra vez más, la misma situación. Era un traje que, mal que les pese a ambos, les quedaba perfecto. En tan solo diez minutos, convertían el inerte frío del reencuentro en un caudaloso y cálido mar de manías, anécdotas y risas. Eran meant to be, por más idiota que eso les pareciera (a él por lo menos, ella se jactaba de eso casi morbosamente). No podían ocultarlo.
Salvador instintivamente se separó de la situación de regocijo, recordando lo que tenía para decir.

Te cité porque te tengo que contar algo.
¿Qué?, contestó ella descifrando lo que iba a salir de la boca de él cinco segundos antes, mirando sus ojos.
-  Estoy muerto.

A Aurora le temblaron los labios. Lo conocía tan bien que no podía creer que haya dicho semejante cosa mientras ponía su mejor e involuntaria cara de “te estoy diciendo la verdad”.

- Pero, ¿Cómo? Eso no tiene sentido, S.
- Sí, así como suena. No estoy vivo. No quiere decir que no pueda hablarte, pero simplemente, estoy muerto y todo lo que haga o diga no va a repercutir en el presente, pues ya no soy parte de él.

Ante la inmensa conmoción, Salvador prosiguió:
-  Mi cuerpo no me pertenece. Mi alma es ajena, puede estar perdida entre los infinitos, flotando bajo el profundo mar. No lo se, pero ya no me pesa y por eso tengo el valor de encontrarte.

Acordes mayores de silencio, anchos y espectrales, adornaron el espacio entre ambos.

-   ¿Y a quién pertenecen, entonces, tu alma y tu cuerpo?, contestó ella casi altaneramente.
-  A vos, desde siempre. Solo tuve que morir para descifrarlo. Ahora vengo a recuperar lo que es mío para poder volver a las penumbras en paz. No te debo nada, solo que vos no lo sabés y pensás que todo lo aprendido en nuestra relación es tuyo, pero no. Necesito esa mitad, necesito la paz que vos gozaste todo este tiempo, para poder morir definitivamente y así redimir toda la culpa sufrida en vida.

Esto significó para Salvador una liberación extrema. Sus venas y poros se taparon de chatarra moral que buscaba vía alguna de salida de su cuerpo.

Todo ese aluvión se congeló apenas ella deslizó de su lengua viperina la respuesta:
-  Pero, y a mi… ¿qué me queda?

Claramente no se esperaba esa pregunta. Él estaba cien por ciento seguro de poder dominar la situación y, de una vez por todas, llevarse por delante la barricada de inteligencia que ella le ponía a cada mano a mano.
No esperaba que ella inclusive, ante semejante noticia y determinada situación, tienda a preguntar por ella misma. No vaticinó que su egoísmo pueda trepar misticismos y no entender de misericordias.
Salvador no supo que contestar. ¿Que le quedaba a ella?... ¿¡Nada!? No, él era demasiado débil (mas allá del estoicismo adquirido post-mortem) como para dejarla sin nada.

La dejó vivir entera, con todos sus moños y sus millones de issues, y él se auto-arrastró a la más débil de las penumbras. Hacia el olvido. Todo porque a ella nunca se le borre la sonrisa de la cara. Porque su sonrisa era, básicamente, lo único que a él le quedaba en lo profundo del camino a la amarga eternidad.

                                                                                 SV.

4/24/2012

Tales from the Crypt 1

Sensación de oasis.
"no me despidas más, siento que todo estalla"
Francisco Bochatón.

Aurora entró al comedor corriendo. Entre tanta gente que había apostada preparándose para ver la película, y su eterna demora para ir a buscar los lentes, se había quedado sin lugar en los sillones y sillas periféricas a la TV. Sin dudarlo, gambeteó entre los cuerpos de sus primas que yacían en el piso y se zambulló encima de Salvador, quien estaba cómodamente ubicado frente a la pantalla, a la espera de que el preámbulo de posicionamientos termine y empiece el film por el cual habían interrumpido su partido de fútbol.
Claro, había un derecho moral para que ella reaccione así, directamente proporcional a la obligación sentimental de él por hospedarla en sus rodillas por las próximas horas. Así que casi sin chistar le dio cobijo en aquella noche calurosa del húmedo barrio del sur de la Capital.

Años mas tarde Salvador se arrepentiría de tal sumisión. Se encontraría perdido en un espiral de preguntas y anhelos todos etiquetados bajo la maldita palabra con A, de cuatro letras.
Un prontuario de años y emociones diversas, del cual solo filtraría aquella determinada situación. ¿Por qué esa situación en particular? Quizás, pensaba, si hubiera sido menos condescendiente con aquellos narcisistas delirios de princesa hoy la situación lo hubiese encontrado con la frente un tanto más alta, y sin el rosario de penas asomándole tímidamente a cada rato por la garganta, como un nudo asfixiante y lacrimógeno. Nunca se dio cuenta de que aquellas reacciones a las situaciones de dependencia lo internarían en un estado de necesidad total por las mismas, como una feroz adicción.
De esta manera, cuando la soledad lo atacó sorpresivamente por la retaguardia, luego de velar sus ambiciones de tipo duro e intenciones de anti-relación, comenzó a darse cuenta que la necesitaba (extrañaba), y mucho.

La inercia de la vida lo llevó a permutar dichos pensamientos por acciones. Pero las fuerzas gravitacionales, cósmicas, o cuales sean que manejen el devenir del destino, hicieron que chocara nuevamente contra el frontón de hechos y realidades que Aurora supo construir en ese segmento temporal en el que él, simplemente se había dedicado a sufrir y pensarla.

El oasis de esperanza que lo albergó esa noche tenía distintas aristas. Una era obviamente la sensación de que ella extrañaba la necesidad de tirarse encima de él, jugando; solo para molestarlo y que él le gruña que hacía calor, que se porte como alguien de su edad.
Pero su verdad absoluta iba a contramano del mundo y en efecto, ella extrañaba esas situaciones, las añoraba, pero no le movían los cimientos del corazón de manera tal que pueda tirar abajo ese categórico frontón impuesto.
Para ella eran recuerdos como en fotos, como aquel álbum que ya pisaba la década de antigüedad. Aurora había dado vuelta la hoja, o por lo menos había pegado la última foto, dispuesta a mirarlo y nunca olvidarlo, pero definitivamente negándose a continuarlo.
Enterarse de todo eso en su noche de esperanza a Salvador le significó el golpe de knock-out que creía haber buscado pero temía recibir. Aurora había dejado de existir, como en un acuerdo tácito con su cerebro.

Proyectaba, entonces, otras imágenes en su cabeza. Así, logró conformar un nuevo pequeño séquito de historias e histerias, que también tenían el placer agridulce del amor. Ínfimas, näives. Pero por lo menos estas nuevas parodias habían dejado de contar con el protagonismo de aquella que ya no debía ser nombrada.
No le alcanzaban los dedos de las manos ni los dolores de alma en su haber para contar las veces que ella se “había ido de su vida”, pero ésta vez en particular olía distinto.
Quizás eran los años, tal vez realmente existían otros personajes que habían alcanzado su talla en la historia amorosa de “su” enamorada, y él había devenido simplemente en un recuerdo mas allà del frontón (el primero, sí, pero no el único).

Con el hecho consumado, y asimilado; su cabeza emprendió viaje hacia otros problemas. Dio órdenes a su cuerpo, incentivó al corazón, izó las velas y partió.

Hoy día, Salvador no existe. Hay quienes dicen que murió de tristeza aquella noche que lo invadió un oasis de sensaciones y lo arrastró a la, hasta entonces inaceptable, realidad.
Otros, mas positivos en su discurso, dicen que su esencia, harta de los reproches, mudó de envase como las serpientes mudan su piel, y todavía está buscando el personaje donde anclar y asentarse en búsqueda de nuevas realidades.

¿Aurora? No se sabe, hace ya varios párrafos que dejó de existir para mí.


SV.

4/14/2012

SEMANA DE LA AMARGURA.

BIENVENIDOS!!

Se inaugura la semana del hincha de Independiente.

Esos siete días en donde afloran camisetas rojas por doquier, donde el exitismo de la victoria resucita la pasión en aquellos simpatizantes que el resto del año prefieren "no hablar de eso" o simplemente dedicar su vida a su propia familia y obligaciones ya que, claro, esto es simplemente futbol. Bueno, cuando ganan no. Cuando ganan, desempolvan todos los recursos de fanatismo que claramente tienen olvidados o ni llevan en las venas durante los otros 358 días del año. En pos del desmedro ajeno, de la "funeralidad" (déjenme inventar esa) del rival.
Se produjo un incipiente levantamiento de éstos, casi como zombies, ante la victoria en la Bombonera de hace unas fechas; pero fue rápidamente aplacado por su propia amargura. Lo que originó que aquellos que no miran fútbol ni lo sienten asomen la cabeza en aquella oportunidad fue el contexto y el devenir del match contra Boca. El caso de HOY es un levantamiento masivo, nos inundan con su pseudo fanatismo, berreta, artificial y fácilmente identificable. Pero claro, las veintidós (sí, alma mía, ya van veintidós) victorias de diferencia que le sacaron a su acérrimo rival en el historial levantan hasta el más muerto, hasta el que menos tiempo de su vida le había dedicado a ver veintidós (¡número maldito!) idiotas correr atrás de una pelota. Hoy todas las minitas son del rojo, todos los hinchas del rojo que no van a la cancha son del rojo, todos los hinchas de Arsenal vuelven a ser del rojo.
Tranquilos, en una semana se les va. Y las casacas carmesí volverán al placard, a la espera de que el destino, la suerte y los ÁRBITROS los enfrenten otra vez contra los once BOLUDOS de turno que ponga Racing en cancha. Generalmente, once personajes que poco entienden y sienten la camiseta celeste y blanca. Que ahora seguramente descansen y relajen sus músculos para ir a Esperanto a la noche, o simplemente seguir con su vida, su trabajo; sin saber que su accionar (su no accionar) atenta contra la calma de muchos: los simpatizantes del rojo nombrados a principio de texto, que hasta hoy no miraban ni un resumen de partido y ahora gozan; y los hinchas/mártires eternos de Racing, que sufrirán esta derrota (que pesa como veintidós) hasta que los sentimientos se reciclen, resurja la esperanza y se encuentren nuevamente alentando a su enamorada preferida (y no la que brota solo ante la victoria): la Academia Racing Club de Avellaneda. Aquellos fanáticos locos, escépticos de ESO, lo extra sensorial del futbol que inclina la balanza (nunca la cancha, que la inclinan los árbitros; muchísimo menos las tribunas) para el lado rojo, para el lado de la injusticia (hoy, por ejemplo, el 1-4 fue un resultado muy mentiroso).

Casi sarcásticamente, y a modo de palmada en la espalda para los académicos, me despido con la frase cuyas siglas fueron inmortalizadas en el anillo de quien corta el bacalao, ídolo secreto y mecenas de la contra: "TODO PASA".




4/02/2012

Análisis TV. Documentales. "Paradise Lost I, II y III" (HBO)

Paraíso Perdido, Justicia Ausente.

“Cualquier sistema de aplicación de la ley que deliberada y maliciosamente encierra en la penitenciaría del Estado para el resto de su vida a una joven claramente inocente, sin posibilidad de libertad condicional, es peligrosamente despiadado y una permanente deshonra para el alguna vez orgulloso Estado de Colorado. Es putrefacto e incorrecto, y avergüenza a cada persona que vive aquí, incluyendo cada juez del Tribunal Supremo del Estado que se atreva a públicamente insistir en que esta chica debería permanecer en un calabozo rancio durante más 55 años, sin ninguna posibilidad de nunca obtener libertad (por un crimen que no cometió); y a cada policía que falsamente la puso allí.”

Son palabras del periodista estadounidense Hunter S. Thompson (18/07/37-20/02/05). Pertenecen al artículo periodístico titulado “Prisoner of Denver” (“Prisionero de Denver”), que el célebre y revolucionario escritor publicó junto con Mark Seal en 2004, para la revista Rolling Stone. El caso nombrado por Thompson es el de Lisl Auman, una joven de Denver (ciudad perteneciente al Estado de Colorado) a quien sentenciaron a cadena perpetua por el crimen de un oficial de policía, cometido por un hombre que luego se suicidó, todo mientras ella se encontraba bajo custodia policial. A pesar de los esfuerzos de sus abogados por torcer la balanza para el lado correcto, pesó mucho más la corrupción policial y esa necesidad morbosa y visceral de la sociedad estadounidense de aplicar justicia sin razón alguna, solo por el mero hecho de “vengar” una muerte con otra (en la cárcel o en la silla). Thompson escribió y reclamó contra todo esto, esta conjunción de errores que quería cobrarse la vida de una joven.
En 2005 Lisl pudo obtener finalmente su libertad al permitírsele un juicio justo.

La saga de documentales que vamos a analizar parte desde el mismo precepto. La injusticia como ley corriente, apañada por un sistema fraudulento y deshonesto, y una sociedad ignorante. Existe, por supuesto, gente con coraje como Thompson para exteriorizar lo que otros no quieren que llegue al seno de la sociedad, y poder así “presionar” la balanza para el lado de la verdad. Tal es el caso de los creadores de “Paradise Lost”.

“Paradise Lost: The Child Murders at Robin Hood Hills” se estrenó en 1996. Fue producido por HBO, dirigido y creado por Joe Berliner y Bruce Sinofsky. Su objetivo en un primer momento fue mostrar a través de entrevistas con tres adolescentes condenados por la muerte de tres niños, como la juventud podía descarriarse a punto tal de cometer semejantes actos homicidas. Para su sorpresa, y a raíz de los primeros encuentros con los protagonistas y las primeras investigaciones del caso, se dieron cuenta que algo raro estaba pasando, que los tres “diablos satánicos” que los fiscales y (sobre todo) los medios de comunicación querían mostrar no eran mas que víctimas de la injusticia y corrupción que encierra el sistema jurídico de los Estados Unidos.

El 5 de Mayo de 1993 desaparecieron en West Memphis, Arkansas, tres niños de ocho años (Michael Moore, Stevie Branch y Christopher Byers). Días después, fueron encontrados por la policía muertos, abandonados en un arroyo, en medio de un bosque. Habían sido asfixiados, golpeados salvajemente y hasta mutilaron partes de sus cuerpos. El pueblo de West Memphis se horrorizó ante un crimen de semejante naturaleza y automáticamente dio rienda suelta, inducido por los medios de comunicación, a un sinfín de rumores con respecto a los posibles autores del hecho. Ritos satánicos, sacrificios, brujería… todas historias y leyendas urbanas muy insertas en la sociedad, salieron a flote para justificar el múltiple homicidio. La policía, en vez de calmar las aguas y aplacar la sinrazón mística de los pueblerinos, creó todo un gran caso a partir de este tema.
Un mes después del hecho, los noticieros de televisión ya mostraban las caras de los tres sospechosos. Eran tres adolescentes de clase media baja (autodefinidos como “White trash” -basura blanca-), que gozaban de mala reputación por parte de la población, que los acusaban de ser miembros de sectas satánicas y practicar la religión “wicca” (religión pagana de comienzos del S.XX). Ellos simplemente vestían de negro y escuchaban Metallica.
La pieza clave que la policía utilizó en su contra fue la confesión de uno de ellos. Cuarenta y un minutos de grabación en los que Jessie Misskelley Jr. (17 años) narra como vio cuando los otros dos detenidos (Damien Echols, 18 años y Jason Baldwin, 16 años) golpeaban, violaban y mataban a esos tres niños, contando con su propia ayuda para capturarlos. Esos cuarenta y un minutos de confesión era todo lo que la policía tenía en contra de ellos.
Todo se iba a definir en dos juicios distintos. En el primero se enjuició a Jessie, cuyos abogados presentaron como alegato la coerción psicológica de los policías en aquel interrogatorio del que se desprende la confesión, basándose también en las carencias del detenido, cuyo coeficiente intelectual estaba muy por debajo de la media. Probaron que fueron en total doce horas las que estuvo Jessie encerrado junto con el jefe de la investigación, Gary Gitchell y otros agentes, hasta que lograron vencer su barrera y hacerle confesar un crimen que no cometió. Es más, se deja entrever en la grabación que los agentes van “guiando” en su declaración a Jessie hasta hacerlo coincidir con los horarios del caso, ya que el joven en primera instancia había dicho que los sucesos habían sido por la mañana, y en ese momento los tres niños asesinados estaban en la escuela.
Otra evidencia no tenían. En el lugar de hallazgo de los cuerpos, aparentemente no había ningún tipo de rastro que pueda servir para la investigación (es raro que en el lugar de un supuesto rito satánico con desmembramiento corporal, no quede un solo rastro de sangre, piel o pelos, ¿no?). Solo meses después encontraron un cuchillo detrás de la casa de uno de los acusados, pero sin rastros. Igualmente sería utilizado en los juicios.

Los realizadores del documental cuentan esta historia mezclando entrevistas a los detenidos, sus familias, las familias de las víctimas y otros protagonistas del juicio. Intercalan las declaraciones con notas televisivas de la época, en donde se ve a grandes rasgos el rol de la prensa y la bajada de línea que ofrecía a la sociedad, que automáticamente juzgó a los tres sospechosos sin darle tiempo a una sentencia.

El juicio de Jessie determinó para él una sentencia ejemplar, fue condenado a  cadena perpetua, más cuarenta años. Semejante castigo es una pintura de lo que el Sistema Judicial norteamericano está hecho, pero todavía había más.
En el segundo juicio los acusados eran Damien Echols (a esa altura, ya casi el Diablo en persona para todos) y Jason Baldwin. El abogado de este último trató de volcar el caso para el lado de Echols, queriendo desligar a su defendido diciendo que era un caso de “culpa por asociación”, y que Baldwin estaba ahí solo por ser amigo de Echols, además de, claro, escuchar Metallica y usar remeras negras.
Los fiscales del Estado de Arkansas presentaron como testigo un supuesto especialista en Artes Oscuras, quien realizó un perfil diabólico en base a las personalidades de los acusados, especialmente de Echols; planteándole al Jurado una caza de brujas más que un caso judicial. Utilizaron en su contra todos los clichés que el mundo conservador (y sobre todo la sociedad norteamericana) teme del mundo de las Artes Oscuras, y hasta del Heavy Metal.
En medio del juicio, el padrastro de una de las víctimas (Christopher Byers), John Mark Byers, regala al equipo de realización del documental un cuchillo, a modo de presente por “la ayuda para el esclarecimiento de estos asesinatos”. El cuchillo resultó tener sangre compatible con la de su hijastro muerto y la suya. Además, sus comportamientos hicieron recaer cierta sospecha en él, lo cual el equipo de abogados de Damien Echols utilizó para tratar deslindar a su cliente de una sentencia casi inevitable. Ni el juez ni el Jurado optaron por analizar alguna alternativa, y así sentenciaron a ambos. A Baldwin le tocó cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, y a Echols, inyección letal, la pena de muerte.

Las escenas finales del documental (que ganó un premio Emmy) mezclan el llanto y la alegría de las familias de las víctimas, conformes con el resultado del juicio; y la desazón de los familiares de los acusados, que se derretían en pedidos de justicia digna. Las entrevistas finales a los tres sentenciados muestran lo mismo. Muestran a un Damien Echols totalmente resignado, fumando un cigarrillo y llegando a la conclusión en que se había transformado en un nuevo “boogey man” (hombre de la bolsa) de la historia criminalística estadounidense. “People will me remind me forever” (“La gente va a recordarme por siempre”), fueron sus palabras.


   Los Tres de MemphisAcusados por la sociedad, condenados por la justicia. 


“Paradise Lost II: Revelations” fue estrenada en 2000, dirigida por las mismas personas que lo hicieron en la primera.
Habían pasado cinco años desde la resolución del Jurado y la posterior condena para “Los Tres de Memphis” (como fueron bautizados por los medios), tiempo en el cual fueron presentados en el Juzgado del Dr. David Burnett distintos pedidos de audiencia para la anulación de la condena de los procesados. Todos fueron rechazados.
Solo Jessie mantuvo el mismo abogado que en ’94, tanto Jason como Damien habían conseguido contratar grupos de profesionales de mayor prestigio que los anteriores, sobre los cuales cayó la lupa de muchos, al creer que no habían utilizado todos los recursos legales posibles para defender a sus representados. El nuevo grupo de profesionales pidió una revisión de toda la evidencia dado los avances tecnológicos en materia de investigación que se sucedieron desde el primer juicio hasta esta apelación (1997), pero también se les fue denegada.

El primer documental ayudó a la masificación de la historia, por lo que no tardaron en aparecer grupos de apoyo y ayuda para los tres adolescentes. Pregonaban la búsqueda de la justicia ya que el relato del documental fue lo suficientemente claro como para que todo el mundo (menos el ya nombrado y “honorable” Juez Burnett) entienda que no hubo evidencia física alguna contra ellos, solo una muy dudosa confesión; y aun así fueron condenados de forma categórica. Uno de estos grupos tomó mayor fuerza y estableció un vínculo estrecho entre los condenados y la sociedad, realizando sesiones de chats con ellos desde la cárcel, o bien publicando poemas y escritos que los tres adolescentes creaban encerrados.
Esta segunda parte de la saga se mete más de lleno en lo humano de los protagonistas, sobre todo ante la vil personificación a la que los sometió la prensa durante el primer juicio. Los realizadores buscaron demostrar tanto la madurez como la tristeza que les producía estar encerrados de por vida, y en el caso de Echols, vivir esperando su turno para la inyección en el famoso “Pabellón de la Muerte”.
Además, esta segunda parte arroja más y mejores pruebas de los errores, horrores y omisiones de la policía en su investigación, desestimando pistas y testigos; cayendo de lleno en la teoría del rito satánico sin investigar alternativa alguna.

Los realizadores retomaron el tema del cuchillo con sangre del padrastro de Christopher Byers, el extrovertido y particular John Mark Byers. Los investigadores preguntaron al respecto y Byers dijo nunca haber usado el cuchillo, después dijo haberlo usado solo para cortar carne de venado y luego “recordó” que quizás se había cortado el pulgar con él (cosa que los investigadores le plantearon podría haber pasado, y él simplemente asintió). Mientras tanto, los grupos de apoyo a “Los Tres de Memphis”, junto con su nuevo grupo de abogados presionaban la investigación y planteaban la existencia de una prueba nunca antes vista: la marca de una mordida en la frente de una de las víctimas (el hijastro de Byers). Rápidamente se hicieron pruebas dentales de los condenados, que obviamente dieron negativas. Al consultársele al respecto, Byers metió su mano en la boca y retiró lo que se vio era una dentadura postiza completa. Dicha operación le fue realizada post asesinato, lo que sembró dudas que él mismo buscó aplacar sometiéndose a un examen de polígrafo (detector de mentiras), que sorprendentemente pasó con éxito. Igualmente, la Justicia lo exoneró, al determinar que la mordida era más bien una marca de una hebilla de cinturón; a lo que Byers “recordó” que antes del suceso le aplicó al niño un castigo de ese tipo, ante un mal comportamiento del menor.
En medio de toda esta confusión, fallece Melissa Byers, esposa de John Mark. El episodio fue por demás extraño, hablaron de una posible sobredosis con drogas recetadas, pero nunca pudieron esclarecer la causa de muerte. Los últimos años de su vida los había pasado inmersa en una terrible depresión, huyendo de las innumerables deudas que ella y su esposo habían contraído luego del asesinato de su hijo.

Esta segunda parte culmina con la semilla de la duda aún planteada, no resuelta. Con la injusticia como un nudo en la garganta, y un aparato judicial que por lo menos zozobra, sino tambalea, ante una mera producción televisiva que pretende meter las manos en el lodo más profundo de lo debido.
Por suerte, hubo una tercera parte.

  Yo quiero a mi bandera. Estereotipo sureño, justicia y mano dura (John Byers). 

“Paradise Lost III: Purgatory” fue realizado en 2011, por los mismos directores. Estuvo nominado como Mejor Documental en esta última entrega de premios Oscar, pero perdió ante “Undefeated” (“Invencibles”), de Linday/Martin.

A esa altura, casi en la contemporaneidad, la historia ya era un mito. Ellos, los protagonistas, eran mitos vivientes. Esperando la muerte, Echols realiza la tercer tanda de reportajes con los realizadores, diecisiete años después de la primera, luciendo ya desganado y viejo (cabe destacar que se enamoró y luego se casó, en 1999, con una fanática que conoció por correspondencia). Cuenta, junto con los otros dos sentenciados, con un apoyo masivo casi total, a bordo de una historia que hizo eco en todos lados, sobre todo en el ámbito de las celebridades. El cantante de Pearl Jam, Eddie Vedder; así como Johnny Depp y el grupo de música country “Dixie Chicks”, entre otros, brindaron su ayuda y aliento para la causa que busca la inocencia y libertad de “Los Tres de Memphis”. Metallica colaboró con la música de los tres documentales. Los grupos de apoyo en Internet eran un éxito, hasta lograron recaudar fondos que sirvieron para realizar nuevas investigaciones extra-judiciales, en cabeza de cuatro expertos en distintas materias forenses. Rápidamente, apareció nueva evidencia no tenida en cuenta en el año ’94, y a raíz de ello dicho grupo de especialistas convocó a una rueda de prensa a fines del 2007.
En la conferencia se plantearon distintas aristas para la comprensión del asunto: Primero, hubo una pésima investigación por parte de las autoridades que, dada la mutilación sufrida por una de las víctimas (C. Byers, castración) y el perfil social de los sospechosos, formaron una teoría fantástica, e inverosímil con la evidencia y la escena del crimen (la cual claramente, no había sido la misma que la de hallazgo de los cadáveres, pero la Policía nunca investigó más al respecto). Segundo, dicha castración y todas las laceraciones que presentaban los cuerpos, los nuevos expertos pudieron demostrar que fueron realizadas post-mortem por animales del bosque en donde fueron encontrados los cuerpos. Las marcas eran de garras, iguales en todos los cuerpos. Tercero, el Jurado no se comportó objetiva y adecuadamente. Un abogado declaró haber sido consultado en el año ’94 por un miembro del Jurado (¡el vocero!), quien le dio a conocer su parecer antes de empezar el juicio, alegando que utilizaría todos sus medios para que los tres adolescentes sean encontrados culpables. Además, los investigadores consiguieron una hoja borrador de uno de los miembros del Jurado, en donde figura como causa de la culpabilidad de Echols y Baldwin la confesión de Misskelley; pero bien todos sabían que dicha grabación no podía utilizarse como prueba, solo se hubiese podido utilizar en el segundo juicio una segunda declaración, que él joven se negó a hacer, obviamente.
Quedó claro que, por parte del Jurado, mas que objetividad hubo un complot ignorante e inquisitivo contra tres jóvenes que atemorizaban solo por ser diferentes, simplemente sombríos. En este aspecto, Damien Echols agradece públicamente en el documental a los realizadores, por darles a los tres siempre la oportunidad de demostrar la verdad, y nunca bajar los brazos, a pesar de las miles de trabas e imposiciones que planteó la Justicia (como la sorpresiva prohibición para filmar el segundo juicio, en la primera parte de la saga).

Otra de las nuevas pruebas planteadas por los especialistas de la defensa (planteadas a la prensa, no a la Justicia, que no se los permitía) fue un pelo encontrado en los cordones de las zapatillas de una de las víctimas (M. Moore). Es menester de todo espectador preguntarse por qué no fue encontrado por los investigadores oficiales y originales en un principio. Rápidamente, se analizó la nueva evidencia y se cotejó con el ADN de los sentenciados, dando negativo.
Esta nueva y vital evidencia deja caer en el paño un nuevo nombre, un nuevo individuo (ya que para esta altura, John Mark Byers no era sospechado por nadie, y a raíz de las nuevas pruebas había cambiado de parecer con respecto a “Los Tres de Memphis”, pregonando por su libertad en todos los medios). Este nuevo individuo cuyo ADN podría (la certeza no era del 100%) coincidir con el del pelo encontrado, era Terry Hobbs (padrastro Stevie Branch, una de las víctimas). Lo que también depositó a Hobbs bajo todos los reflectores fue su actitud post crímenes, y las constantes mentiras (u “olvidos”) que tenían sus declaraciones. En primera instancia, las coartadas sobre su paradero cayeron contundentemente, nadie probó haber estado con él la tarde y posterior noche de la desaparición de los niños. Declaró no haber siquiera visto a su hijastro en todo aquel día, pero los nuevos investigadores desacreditaron su versión encontrando una testigo (una vecina), que declaró haberlo visto interactuar con el niño esa misma tarde a metros de su casa. Cabe destacar que la vecina también declaró que la policía jamás le tocó la puerta para hacerle preguntas sobre el caso. Hubo que esperar más de quince años y un equipo de investigación extra-oficial y paralelo para eso. También se pudo recavar información sobre los meses previos al asesinato, se supo que Hobbs había descubierto a su esposa (Pamela Hobbs) siéndole infiel; por lo que el móvil de la venganza no sonaba ilógico. Los Hobbs se separaron en el ’94, el mismo año de los juicios. En un ataque de ira, Terry golpeó a Pamela, e hirió de bala a su cuñado, quien había acudido en rescate de su hermana.
Con toda esta nueva evidencia y mientras corría el año 2008, la defensa solicitó en dos oportunidades la moción para un nuevo juicio. El Dr. Burnett lo denegó ambas veces.
Más tarde, y más cerca en el tiempo, en 2010, lograron elevar el pedido a la Corte Suprema de Arkansas, en donde a través del “Estatuto de ADN de Arkansas” lograron solicitar con todas las de la ley un nuevo juicio que evalúe toda la evidencia; la vieja, que los inculpó en ’94, y la nueva que fue apareciendo en estos años que los “Tres de Memphis” pasaron encarcelados y los documentalistas de HBO evidenciaron todo el proceso.

Corrían sentimientos de optimismo en la defensa. En noviembre de aquel año, un nuevo Juez aceptó el pedido y la presentación de la nueva evidencia, que quedó pautada para el año 2012. Sorpresivamente, en agosto de 2011 se adelantó la fecha de presentación dado que las dos partes llegaron a un sorpresivo acuerdo que incluyó una rebuscadísima maniobra legal.
Basándose en jurisprudencia perteneciente al Estado de Carolina del Norte, la defensa solicitó una apelación de tipo especial, llamada “Alford”; según la cual sus defendidos a pesar de sentirse y saberse inocentes, se declararon culpables, ya que con toda la evidencia que presentaron a su favor la pena que este nuevo juicio les podía llegar a otorgar ya la habían  pagado (en los dieciocho años y setenta y ocho días que pasaron en prisión). Además se alegó que un nuevo juicio podía demorar meses y la nueva evidencia los exoneraba total y categóricamente de las acusaciones.
De esa manera, y con el sabor amargo de la injusticia aún en sus bocas, los “Tres de Memphis” lograron recuperar su tan preciada libertad el 19 de Agosto de 2011, y Damien Echols abandonó “El Pabellón de la Muerte” que lo albergó en su vigilia extrema todo este tiempo. Las familias de las víctimas mostraron su disconformidad con esta maniobra (a pesar de que algunos, además de Byers, ya habían manifestado su apoyo a los condenados), porque la Justicia cerró así el caso y la investigación, quedando totalmente impune.


                Libres. Echols, Misskelley y Baldwin, el día de su liberación.

Lo que los realizadores del documental buscaron hacer salir a flote, es el nivel de injusticia social que atraviesa hoy día la sociedad norteamericana. Pusieron ante los ojos de todo el país un caso policial que, de haber sido investigado correctamente desde el principio, no hubiese tenido el nivel de polémica, disputas y mediatización que tuvo; desnudando falencias graves en una sociedad que hace la plancha en un mar de  ignorancia y facilismo, destapando redes de corrupción judiciales y estatales totalmente omnipotentes, y demostrando impericias (por no decir “mamarrachos”) por parte de los investigadores; además de, claro, una falta de humanidad (y cojones, déjenme decirlo) total del Juez Dr. David Burnett.

Los “Tres de Memphis” están libres, que es lo que querían y por lo que lucharon (nunca solos) todo este tiempo. Los invadirá la misma sensación de injusticia que les quedó a todos por la forma en que se dio, teniendo que recurrir a maquiavélicos recursos legales que solo existen en EE.UU.; pero más allá de todo eso tienen el derecho a disfrutar este segundo nacimiento, y de retomar la vida normal que nunca, nunca se les debió quitar. Solo por ser distintos al “Sueño Americano”, por usar ropa oscura y escuchar bandas de rock pesado.