7/03/2017

"New Order+Liam Gillick: So It Goes" y la historia de los viejos estudios de Granada TV


Difícil no asociar a los medios de comunicación audiovisuales británicos únicamente con la BBC. De hecho, hasta mediados de los ’50 la British Broadcasting Corporation funcionaba como un monopolio: recién en 1954 se permitió la comercialización de esa incipiente industria y así se creó la ITV (Televisión Independiente) que tuvo en el norte una franquicia muy particular, Granada TV

Esta geo-localización no es caprichosa: Granada era del norte y así lo hacía saber, desde su logo, su slogan, sus programas y hasta sus empleados. Esta distinción provenía del orgullo y la necesidad de correrse de la impersonalidad de una metrópolis como Londres y marcar así una idiosincrasia propia, alejada de los estándares que impartía la capital. Por ejemplo, fue una de las pocas señales que, al finalizar su transmisión diaria, no pasaba la canción patria “God Save The Queen”. Para afianzarse en este rol singular tuvo que asentarse en su propio suelo, y así fue como en 1956 se adquirió un gran terreno en el centro de Manchester donde instalaron sus estudios. Famosos por su imponente cartel rojo, postal casi ineludible, y por haber sido sede del debut en la televisión británica de los Beatles, en 1962.

En julio de 1976 fue escenario de la primera entrega de “So It Goes”, programa cultural conducido por Tony Wilson, un petulante reportero del canal que quería hacer llegar a los jóvenes nuevos sonidos e ideas. Obtuvo el estímulo para ello al presenciar el épico primer show de Sex Pistols en la ciudad, tan solo un mes antes en el Free Trade Hall. Luego, invitaría  a los londinenses a hacer su estreno televisivo en el programa, en el que tocaron “Anarchy in the UK” y así una vasta audiencia pudo escuchar a un adolescente punk con acné y un alfiler de gancho como aro cantar: “I am an antichrist, I am an anarchist”. Totalmente revelador. Al que esto no lo conformó, y reclamó al conductor más espacio para bandas mancunianas, fue a Ian Curtis, cantante en ese entonces de Warsaw (y también asistente del mítico concierto de Johnny Rotten y compañía). El resto es historia: en el ’78 Joy Division apareció por única vez en “So It Goes”, dos años más tarde Curtis se suicidó y todo decantó en New Order, que también tocó en los mismos estudios y que, junto con Wilson, crearon Factory Records y migraron la escena a Haçienda, el club nocturno protagonista de la mayor movida cultural de la ciudad, etiquetada por la prensa como Madchester.

Granada, por su parte, no pudo mantenerse al margen y sortear las diferentes y cíclicas crisis mundiales, por lo que para finales de los ’90 estaba atravesada por vastos problemas económicos. Esto obligó a que se liquidaran progresivamente empresas que daban vida al multimedio Granada PLC. Para 2002 el declive se agudizó y tuvo que fusionarse con otro gran medio independiente, Carlton, para así formar ITV PLC. Ya se había perdido el nombre, que solo se mantenía para el noticiero local, y con el tiempo la merma avanzó considerablemente: en 2010 decidieron sacar el simbólico cartel rojo que coronaba su sede y, ya en 2013, directamente cerraron los históricos estudios y los trasladaron a Salford, en la periferia de la ciudad. 



Hoy, son las 20.45 y es de día en Manchester, pese a que las nubes cubren todo el cielo e intentan oscurecer el callejón Atherton, que esconde una de las entradas a los viejos estudios de Granada TV. Adentro, un profundo pabellón, abandonado hasta hace algún tiempo pero especialmente intervenido para la ocasión (la sexta edición del Festival Internacional de Manchester), muestra un escenario con doce paneles detrás. 

Termina la previa en tono ambient, titulada “Breathless” y curada por Dave Haslam (reconocido DJ de la ciudad, de los que más tocaron en Haçienda) y sube New Order para hacer rebotar por las paredes del recinto los sonidos de la nostalgia. Al dar inicio con “Elegia”, pieza de “Low Life” (1985), los paneles comienzan a iluminarse y revelan un sistema de persianas venecianas que, al abrir y cerrar, permiten ver a los  alumnos del Royal Northern College of Music elegidos para la ocasión. Estos son dirigidos por Liam Gillick (colaborador de la banda desde hace tiempo) y llevan adelante una orquesta del nuevo milenio: una orquesta de sintetizadores. Parece ser el complemento perfecto para una propuesta que ha inferido revisitar y reformular las aristas más viejas del catálogo de la banda, que bautizaron “New Order+Liam Gillick: So It Goes” (hermoso guiño para el anfitrión no presente, fallecido hace casi diez años).
Luego de “Who’s Joe?” y el añejo “Dream Attack” (que vio la luz en uno de sus mejores placas, “Technique”, del ’89), comienza a colmar el ambiente un riff de bajo muy particular, y la batería de Stephen Morris retumba de familiaridad: más allá del afán por reinventar las canciones no se tarda en reconocer “Disorder”. Vibra de épica el público (todos más que treintañeros), porque es la primera vez que la interpretan como New Order, y no suena en vivo desde el último show de Joy Division, en la Universidad de Birmingham, apenas dos semanas antes del suicidio de Curtis.
Como si esto no llenara las expectativas de los presentes, se despachan con dos gemas casi olvidadas: “Shellshock”, parte de la OST de la película “Pretty In Pink” (1986) y “Subculture”, otro de “Low Life”. La audiencia baila y es una fiesta de hits, sin hits: apenas “Bizarre Love Triangle”, exitoso single de “Brotherhood”, también del ’86. Se descubren tema por tema nuevas puertas hacia viejos momentos de una carrera vastísima y versátil, que fue desde el post-punk/new wave de “Movement” (1981) hacia el dance de “Music Complete”, su último trabajo de hace un par de años. 

En el camino, Factory quebró (tan solo queda un club nocturno con su nombre, que por suerte conserva un retrato de Tony Wilson en la entrada), Haçienda cerró (actualmente es un complejo de departamentos), Granada TV se corporativizó y la ciudad parece haber perdido la mística cultivada durante aquellas largas noches. Pero hoy, al menos por un rato, los viejos fantasmas de Madchester pudieron volver a bailar los ritmos que supieron enaltecer, en uno de los lugares que vio nacer la leyenda.