3/25/2012

Ética proselitista‏. La Clave del Éxito.

Buenos Aires, 24 de Marzo de 2012.


Las palabras pesan. Las ideologías también. Ambas calan hondo en aquel receptor que espera oírlas, y sobre todo oírlas de aquellos en quienes cree, en los que deposita su fe y esperanza. Porque, la sensación de libre elección es muy grata, es algo que debería sentirse eterno y perpetuo, natural; pero que muchas veces nos fue sustraído de raíz sin cabales explicaciones, dejándole ese dulce sabor actual a democracia joven, a posibilidades infinitas.
Nosotros, el pueblo, somos receptores de las decisiones, cargamos con todo el peso de la palabra (con o sin ideología, maquillada un poco mejor, un poco peor). ¿Sabemos recibir de manera correcta esas palabras? ¿Somos buenos receptores de la propaganda política? Cercanos antecedentes presidenciales sirven para conjeturar teorías de bipolaridad popular, o de clases sociales que miran para otro lado banalizados, mientras el país se entrega de cuerpo y alma al extranjero. Remitámonos a un ejemplo musical:
 “La clave del éxito, es mantenernos tranquilos, todos juntitos comiendo basura, mirando la pantalla, llorando a la novelita” pregona la canción de la mítica banda noventosa Las Pelotas. Suena tan exagerado y trágico que da pena sentirlo aunque sea efímeramente como verdadero. Aquí se han sucedido 20 años (o más) de vaciamiento cultural, de aburguesamiento de las ideas y las nociones conjuntas de pueblo. El egoísmo, aliado del consumismo, edificó corazas digitales en las personas. Desunió, desnaturalizó.
Más allá de esta compleja situación histórica (reciente, pero histórica al fin), vienen soplando vientos de cambios, de cambios culturales. La sociedad parece querer asomar la cabeza de debajo de la tierra y ser parte de. Buscan hacer valer sus derechos, por los cuales muchos han peleado cuando nos los quitaban: acá y allá, hoy, ayer y siempre.
Desde este humilde e incómodo asiento aplaudo todo intento social por pertenecer, por impedir que les vivan las vidas, que les condicionen la capacidad de votar, o de elegir. Pero a su vez combato la maquinaria que, aprovechando esa fertilidad política nacida en muchos últimamente, bombardea con técnicas proselitistas que buscan confundir, o quizás encolerizar a las personas, polarizarlas. En esa verborrágica cuestión argenta de (tener que) ser de uno, o del otro. El cielo, o el infierno.
Bueno, no, hay más opciones. Todo un limbo de opciones. Opciones y posibilidades, infinitas como la sensación de democracia que corre caudalosa por nuestras venas. Ejerzámosla. Usemos esta incipiente fuerza popular y pidamos que no nos vendan populismo berreta, ni sectarismo conservador y violento. Busquemos no ser la novia tironeada entre dos pretendientes con problemas (económicos y de poder) entre sí. Luchemos por nuestros derechos. Ayer, hoy y siempre.
SV. 


                                                          


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